top of page

Nómadas de los mares


Voy a contar mi experiencia después de navegar desde Golfito, en Costa Rica, hasta las islas Marquesas en medio del Océano Pacífico. 3928 millas náuticas que nos han llevado un total de 27 días y 8 horas de navegación.

Salimos un martes 18 de julio a las 12 del mediodía, hora local. Los últimos preparativos habían sido llenar los tanques de combustible y todos los bidones de agua y gasoil, estibar todo lo que no podíamos estibar con el ancla echada y salir hacia Polinesia. Nos pasamos 4 horas en el muelle de Banana Bay haciendo todas estas cosas. Y por fin salimos.

Las sensaciones que tienes en la salida son de mucha emoción y ganas de salir a aguas exteriores cuanto antes, y que la aventura comience sin marcha atrás, por qué han sido meses de duro trabajo para conseguir que todo esté preparado. Y mejor que lo esté sin lugar a dudas. También sientes esa cosa en el interior que es una especie de miedo a lo que vas hacer y que te hace pensar por que estas metido en este lio con lo bien que estaríamos en casa ahora en veranito, disfrutando de las cosas sencillas. De esa comodidad y abundancia de la que tenemos la suerte de disfrutar en casa.

Pero no. Es algo superior lo que te manda salir, una cabezonería, un gusto por el lio. Es intentarlo porque puedo y porque estoy convencido que puedo ir a la Polinesia. Que podemos ir en nuestro barquito a donde queramos o quiera el viento.

Ya desde pequeños el mejor plan que teníamos mis amigos y yo era “ir de aventuras”, así lo llamábamos. Nos íbamos para las campas de Leioa, cada vez un poquito más lejos, entre huertas y pozos. Creando un mapa mental de nuestro alrededor, cada día de aventuras un poco más amplio. Y así siempre fue en aumento ese mapa de lo que nos rodea.

Sigamos con la “aventura” de la que hablábamos.

El plan era conseguir salir de la zona de convergencia intertropical (ITCZ), y sé que Marti se reirá al leer esto. Lo más rápidamente posible. Os explico que ocurre aquí: es una zona donde no hay casi viento y se caracteriza en esta época del año por fuertes chubascos, de los que dan mucho miedo, acompañados de miles de rallos y lluvias torrenciales. Lo más complicado del plan era salir de esta zona.

Desde que llegamos a Panamá, hace casi un año, hemos vivido un montón de tormentas de este estilo y nunca me acostumbro del todo. Menos mal que no suelen durar mucho y cuando pasan dices –bueno no era para tanto- o -que cerquita estuvo ese rayo, ¿eh?!!- tenemos muchos casos de amigos a los que sí que les cayó el rayo encima.

Teníamos preparado un pararrayos casero para esta salida y habíamos estado esperando unas buenas condiciones meteorológicas para ganar el máximo de latitud sur posible, aunque fuera a motor. Después de modificar tres veces la fecha de salida parecía que teníamos una ventana de buena meteorología. Había que llegar al paralelo 3º Sur lo más rápidamente posible y los vientos predominantes en esta ruta son de componente sur, justo en el morro.

El problema es que la meteo cambia muy fácilmente y tienes que hacer la salida en inmigración del país para poder irte y después de eso tienes 24 horas para abandonar el país. En Costa Rica sábado, domingo y lunes no es posible hacer la salida así que se te va estrechando el margen.

Al grano. Que la meteo cambió y sin ser mala del todo, no era lo buena que esperábamos, pero también sabíamos que era muy difícil conseguir una ventana perfecta.

Así que después de hablarlo con George decidimos que era el momento.

George es un amigo navegante que ha sido nuestro enlace diario con el estado meteorológico y de cualquier aspecto de abordo. Un experto marino con sobradísima experiencia que vive actualmente en San Juan de Luz. Él tiene su barco ahora mismo en El Salvador y en enero vendrá también para la Polinesia. Salimos juntos hace tres años de la Graciosa, en las Islas Canarias, y hemos estado coincidiendo en muchísimos lugares.

La forma de comunicación ha sido el comunicador satélite In-reach, con el que puedes mandar mensajes y recibirlos de manera facilísima, aunque estés en medio del Océano Pacífico. Ha sido un elemento maravilloso para nosotros poder contar con él. Lo compramos en el último momento después de que la radio se nos estropease poco tiempo antes de salir. Con la radio medio rota me descargaba partes meteorológicos, pero al estilo antiguo y con una previsión a 72 horas, también muy prácticos pero otro mundo a poder comunicarse instantáneamente e ilimitadamente.

Como recomiendo para este tipo de aventurillas es mejor tener siempre un plan B para todo y un plan C para algunas cosas también.

Bueno seguimos: acabamos de salir de Costa Rica rumbo lo más sur posible. Las guardias quedan instauradas desde el primer momento, serán de tres horas cada uno y seguiremos la hora UTC para ello. Las mías son en pares 00:00,06:00,12:00,18:00. Y las de Marti en impares.

Cuatro guardias al día cada uno, dos diurnas y dos nocturnas. Más o menos porque según avanzábamos hacia el oeste el sol se ocultaba más tarde y por ejemplo yo que empecé con mi guardia de las 18:00 horas justo al anochecer y cuando estábamos acercándonos el anochecer coincidía con la de Marti.

Menudos líos hemos tenido con las horas, nos hemos reído bastante cuando uno decía la UTC, el otro la hora local y el otro la hora de reloj de bitácora. Así que al final decidimos usar solo la UTC, que justo coincidía con la de casa. No exactamente, como sabéis, pero lo dejamos así y no empezamos de nuevo a liarnos.

La primera noche tenemos suerte y ningún chubasco nos ataca. Se nota frio en las guardias nocturnas y es hora de sacar la ropa de abrigo tantos meses guardada.

El piloto automático nuevo que hemos comprado parece funcionar perfectamente, solo hemos tenido ocasión de probarlo en tres salidas y ha sido una odisea traerlo hasta aquí. Llevamos dos pilotos, plan A el automático, plan B el de viento.

Nos cruzamos con un grupo de calderones parecidos a los delfines, pero con el cabezón más grande. Siempre son momentos de subida de moral ver animales navegando con nosotros.

La segunda noche no nos libramos de los chubascos, nos pilla uno bien gordo. El viento rola súbitamente 180 grados y sube de intensidad más de 30 nudos. Llueve durante toda la noche, bueno diluvia. Todo está totalmente negro menos cada vez que cae un rayo. Están por todas partes. Ponemos el pararrayos en el agua y guardamos algunas cosas importantes en el horno (que nos dicen que sirve para proteger los elementos electrónicos en caso de caída de rayo a bordo).

Esto primeros días la navegación son muy difíciles, el viento rola y cambia de intensidad constantemente. Pon rizos, quita rizos, abre vela, caza vela…todo el día así. Pero ya sabemos que hay que salir pitando de esta zona así que cada vez que el barco disminuye la velocidad le ayudamos a las velas con un poco de motor. Hemos comprado 4 tanques de 20 litros extras de gasoil para este viaje. En total llevamos 270 litros. Al final del viaje hemos visto que solo hemos consumido menos de 100 litros. No está mal. Cada día encendíamos el motor una media de casi 2 horas para cargar las baterías ya que el piloto ha trabajado muy duro y consumía las baterías. Solíamos encender una hora al anochecer, después de la radio y otra al amanecer.

Como suele pasar los primeros días, no consigues descansar ni dormir nada. De vez en cuando consigues dormir una horita, pero se hace duro.

Al tercer día el viento cae totalmente, cero viento y calma chicha en el mar. El sol sale todo el día y nos pensamos que esto va a ser lo normal en el viaje. Que ilusos! pero ese día nos bañamos colgados de la escalera de popa y disfrutamos del solete en la bañera. El barco va a motor, ya os digo que el objetivo es llegar a la latitud 3 norte cuanto antes y una vez allí sabemos que tendremos el viento aliseo del sur esperando para nosotros. En esta época del año los vientos aliseos pasan por el norte de las islas Galápagos, lo mismo que la corriente ecuatorial.

Pero claro viento del sur y rumbo del sur no cuadra y a partir de este momento nos toca ceñir durante días, con vientos de 20 nudos justo en la proa. Empieza la fiesta. Ponemos rumbo a las costas de Colombia y Ecuador que es hacia donde parece ir mas cómodo el barco.

Pasamos días malos ciñendo como jabatos, las olas barren toda la cubierta y apenas ganamos rumbo efectivo. Pero tenemos que aguantar y ganar un poco más de sur aun antes de virar y poner proa hacia el oeste. Son tres días muy duros.

La mañana del 5º día vemos una tortuga laúd y por fin parece que es el momento de virar. No estamos tan al sur como nos gustaría, pero no podemos perder más tiempo. Tenemos 20 nudos y lluvia, el barco es una batidora por dentro.

Nos llega un aviso de May Day (emergencia grave, corre peligro la vida de la tripulación) de un velero. Están a 1000 millas de nosotros, pero en nuestro camino. Están en el 8º sur parece que llevan rumbo a las islas Gambier, las islas más al sur de la Polinesia. Días más tarde nos enteramos que han sido rescatados y que todo termina en un susto. En esta época del año no queremos descender del 4º sur, hasta alcanzar los 120º de longitud oeste. Al ser invierno en el hemisferio sur las olas que se forman constantemente son bastante grandes y alcanzan latitudes muy bajas, por eso nuestro plan es ir primero a las islas Marquesas sin alejarnos demasiado del ecuador.

Está a punto de terminar la primera semana y no llega la mejoría del tiempo, estamos cansados de ceñir y la moral está un poco baja. Ayer después de un día duro de navegación las millas efectivas a destino eran 30. Dentro del barco llueve también, con cada ola barredora entra agua por el portillo cerrado y cadenotes. Todo está mojado, las camas, las paredes y el suelo.

Las medias diarias de millas recorridas son bajas, pero el 6º día el viento se abre un poco y la mar cambia de forma. Parece que hemos salido al océano por fin. Las nubes ya son las típicas de los aliseos. El barco se desmelena y empieza a navegar como él sabe.

Vemos un mercante por la noche. El único de todo el viaje, luego vamos teniendo información de algunos mercantes que pasan cerca de nosotros, pero no los vemos. George nos manda a parte de la previsión meteorológica, el trafico marino de la zona. Bendita tecnología.

Ha terminado la primera semana de navegación y también la primera etapa del viaje. A partir de aquí dejaremos de ceñir y pondremos rumbo al norte de las islas Galápagos. Queremos pasar lo más cerca que podamos de isla Darwin.

​Empezamos la segunda semana con otra sensación, el barco por fin hace millas. Tenemos que achicar cada 12 horas la sentina, pero está controlada la entrada de agua, la bomba funciona perfectamente y cada mañana paso revista a la fijación del piloto y la limera del timón.

Nos damos la primera ducha con agua dulce, sin gastar mucho claro, menudo lujo. Parece que estamos en la corriente ecuatorial y bajo la influencia de los vientos aliseos. En el cielo hay una larga línea recta con todo nublado a un lado y todo despejado al otro y acabamos de cruzarla. Es otro nivel, estoy disfrutando mucho del viaje y ayer fue la luna nueva y por fin se ha despejado el cielo. Eso significa que vamos a poder ver un ciclo completo de la luna.

Ahora tenemos tiempo para pescar y no tardamos ni una hora en tener nuestro primer bonito a bordo. Pesa unos 6 kilos, lo limpiamos y ponemos a remojo en agua salada durante media hora. Un truco que nos enseñaron unos amigos pescadores bretones. Luego lo preparamos de múltiples formas. Que placer poder dedicarse a pescar, cocinar etc…

Esta zona del océano es riquísima en vida marina. Vemos cacerías de bonitos por todos lados, aves de un montón de especies nos siguen y parece que tenemos debajo un banco de chipirones. De vez en cuando alguno salta a la cubierta y termina en la sarten.

Estamos haciendo más millas cada día y esto se mantiene por toda la semana, 158 millas, 164 millas, 174 millas. la vida a bordo a estas velocidades se vuelve a complicar y volvemos al estilo coctelera que va a ser la definición de lo que ha sido el viaje. Estar dentro de un coctel salvaje agitado durante un mes. Hay momentos que con tres rizos en la mayor y un poquito de foque no bajamos de 7 nudos durante horas, muchas horas, días.

Estamos en el 11º día y parece que se nos resiste el ecuador. Estamos entre rumbos de ceñida y la popa. Entre el sol y las nubes. Entre el frio y el calor. El parte meteorológico que recibimos hoy es que no nos va a faltar el viento por unos días. La temperatura del agua ha descendido de 27,8 grados hasta 23 de golpe. Y se nota que la temperatura ha descendido. Hace frío por las noches.

El día 12º durante la noche cruzamos el ecuador (101º37´OESTE) y hacemos la fiesta correspondiente. ¡Tenemos aún un montón de gominolas guardadas para este momento y una lata de “foie”!!

Nos levantamos y nos ponemos los disfraces. Son CARA-ANCHOA Y TXOMIN BARULLOO los que han invadido el barco. Un poco de Kalimotxo y unos bailes hacen que sea una mañana muy divertida y mientras tanto Freya sigue cabalgando como si nada.

Ahora que el rumbo es más abierto es hora de dar un respiro al piloto automático eléctrico (Herminio) y poner al piloto de viento (Jack Sparrow). Estamos un par de días con el de viento, pero va dando muchas eses y preferimos seguir con Herminio hasta el final y dejar el otro en la recamara.

Al cruzar el ecuador perdemos la corriente ecuatorial que nos daba ese empuje de 25-30 millas extras cada día. Dos días después vuelve a aparecer y volveremos a hacer medias altísimas, batiendo el record personal y de Freya en 186 millas en 24 horas.

El día 15 vamos por la mitad del paseo y empieza otra etapa diferente, hemos cambiado la vela de proa (foque-genova) y ahora hay que hacer rumbo oeste durante 1200 millas. Pero claro, otra cosita que no pensabas que iba a ocurrir, como la ola predominante proviene del sur, agarra al barco justo de través y se convierte en una ola “endiablada” que produce un meneo que no deja dormir ni a Txus. Después de unos días ya en Marquesas y hablando con otras tripulaciones que hay por aquí, todos estamos de acuerdo en la ola endiablada del demonio. Y en haber experimentado todos, el efecto coctelera total. Esta travesía es diferente al cruce del Atlántico por que no puedes correr con la ola.

Durante todo el viaje va impactando contra ti una y mil veces. Hemos conocido unos chavales que rompieron una cruceta y han tardado 60 días en llegar, otros amigos que conocíamos de Panamá se les rompió el piloto automático los primeros días y han pasado 40 días al timón. Eso nos pasó en el Atlántico y cada mañana al revisar el piloto le daba un beso y ha estado prohibido hacer ninguna mención sobre él en todo el viaje. Así cada uno te cuenta su experiencia y casi todos coinciden en que se hace duro. ¡Pero también en que en cuanto el ancla está en el fondo, todo ha merecido la pena!

En mis conclusiones personales pienso que es maravilloso cuando todo sale bien. Que queríamos ir los dos solos y es algo súper bonito pero que siendo tres puedes dormir 6 horas seguidas y es algo a valorar las próximas travesías largas. Por qué lo más cansado es no poder dormir bien.

Ya hemos llegado al 120º oeste y estamos en la última etapa del viaje. Ponemos proa a las Islas Marquesas que se encuentran a 1200 millas de nosotros. Aquí por fin parece que tenemos un parte favorable. La mar se nos va un poco a la aleta y va a disminuir de tamaño según pasen los días y el viento también nos va a dar un respiro durante los próximos días bajando a 18 nudos del este.

Atangonamos el genova y vamos a orejas de burro, pero esto hace que el barco se mueva más que antes y complique la vida de abordo. Yo voy feliz viendo que todo está funcionando como es debido y cada vez estamos más cerca. El genova sufre un desgarrón a falta de 300 millas para llegar y como el viento ha arreciado a más de 25 nudos y las fuerzas para quitarlo y poner el foque están bajas y el viento viene de popa cerrada los últimos tres días para no hacer más grande el descosido vamos solo con la vela mayor. Empezamos a ver aves de muchas especies y las visitas de los delfines se repiten con mayor frecuencia.

Vamos muy rápidos y cada día hacemos unas poquitas más millas que el anterior, esto marcha. Se nos escapa un dorado justo cuando ya lo teníamos pegado al barco, era muy grande. Al día siguiente para quitarnos la espinita pican tres carretes a la vez, se pone muy emocionante escuchar el ruido de los tres carretes sonando juntos. Al final subimos dos a bordo y uno se escapa, mejor así. Les quitamos los lomos y las raspas vuelven al océano. Seguro que algún tiburón las devora.

El día 17º tenemos un atardecer súper bonito con la visita de una manada gigante de delfines. Son cientos y nos deleitan con un montón de saltos y piruetas. Menuda subida de moral. Ya falta menos para la llegada y el viento se va a la popa. El barco se mueve muchísimo y los sonidos dentro del barco son una gran sinfonía sin fin. Para poder descansar utilizamos unos cascos de los que se usan en construcción para protegerse de los ruidos. Un invento maravilloso que copiamos de un amigo y que nos parece imprescindible ahora mismo.

Nuestro amigo Rubén que estos días también nos manda la previsión nos define la situación diciendo que sin estar con un mar en estado de temporal se puede decir que la mar está “empachada”, y bien que aprenderemos su significado. Las olas son grandes de 2-3 metros y nos entran del través. Súper batidora!

Que ganas tenemos de llegar para poder descansar y tumbarnos a dormir más de 3 horas seguidas. Durante los últimos 25 días no hemos podido dormir más que eso ni una sola vez y diría que pocas veces han llegado a 2 horas.

Pero como siempre pasa, todo llega y al final llegó el momento de ver tierra. Además fue poco después de amanecer mientras los dos nos esforzábamos por imaginar la isla que sabíamos que estaba en frente nuestro. Apareció UA HUKA la isla de los caballos salvajes de las Marquesas.

Pasamos cerquita de ella dejándola por babor rumbo a Nuku Hiva, una isla de mayor tamaño con mejores fondeos donde poder descansar una temporada antes de empezar a explorar otras islas.

En la bahía están unos 20 veleros fondeados y mientras damos una vuelta para buscar un sitio donde echar el ancla reconocemos el barco de otros amigos y también otros barcos conocidos de otros sitios en el pasado. Son nómadas de los mares que conocimos en Guadalupe, San Marteen, Panamá etc.

Tenemos la suerte de que llegamos justo con el sunset. La etapa más larga de este paseo por el mundo ha terminado, han sido 3928 millas realizadas en 27 días y 8 horas. El ancla está en el fondo y nosotros muy felices. Es hora de irse a dormir.

Gracias Freya,

Nuku hiva,

Rafa.


bottom of page