Navegando Asegurados
Una de las cosas que más me sorprenden del Mar Caribe, es la capacidad que tiene para destruir barcos. Desde que llegamos aquí, hemos visto cientos de ellos medio hundidos, varados, encallados... Ahora mismo, fondeados en Portobello, miro alrededor y voy contando: sumo 11 barcos catatónicos. Esto nos hizo darnos cuenta de lo efímera que puede ser toda nuestra aventura si Freya acabara siendo uno más. Nos hizo pensar en la cantidad de desgracias que pueden pasar: que nos roben el barco, que nos caiga un rayo, que nos choquemos contra una ballena o un contenedor, que se hunda por cualquier razón o que falle el ancla y acabemos subidos a un arrecife. Hay que reconocer que esta vida tiene sus peligros, y viendo como les ha ido a todos estos barcos destrozados, nos plantamos la opción de asegurar a Freya, nuestro hogar, nuestro transporte y ¡el medio principal de nuestra aventura!
Llegamos a Tobago con un seguro a terceros, obligatorio para poder ir a los puertos. En nuestra siguiente visita a Bilbao, lo ampliamos a uno de todo riesgo con cobertura mundial. Solía ser muy doloroso cuando llegaba el e-mail del banco, dos veces al año, informándome de que eramos 500€ más pobre. Siempre pensaba en las mejoras que podríamos hacer al barco con esos 500€, cosas palpables, que puedes ver y disfrutar cada día. Reconozco que también tenía mis dudas respecto al funcionamiento del seguro. Pensaba que, si nos pasaba algo, probablemente buscarían alguna cláusula en la letra pequeña del contrato para no darnos ni un céntimo. Y me alegro mucho de contaros que estaba totalmente equivocada.
En San Blas tuvimos un pequeño incidente que dañó un poco a Freya. ¡Tranquilos, nada grave!, pero era necesario volver a sacar el barco del agua para realizar las reparaciones. Desde el primer momento Nando, nuestro agente de Allianz 2000 en Leioa, nos apoyó, ayudó, y nos informó sobre el procedimiento. Estuvimos en contacto permanente durante toda la reparación. ¡Nos enviaron a un perito que resultó encantador! En menos de tres semanas el barco volvía a estar como nuevo en el agua, y todos los gastos que había generado la reparación estaban abonados en nuestra cuenta. Todo fue como la seda, no pusieron ni una pega, ni un problema. ¡Casi diría que da gusto liarla!
Durante dos semanas, estuvimos trabajando en el varadero de Panamarina. Allí nos sacaron el barco del agua con un invento de tractor y remolque. No debe de ser tan raro en sitios perdidos del mundo, ¡pero aun así impresiona! El varadero es obra de una pareja de franceses que lo construyeron desde cero, en medio de un manglar y han ido poco a poco ampliándolo. El resultado es un lugar muy acogedor y funcional para trabajar en el barco con todo lo necesario y muy buen rollito.
A la vez, tuvimos la suerte de disfrutar de un poco de jungla. Nuestra amiga Isabel nos prestó su casita unos días y pudimos desconectar del trabajo del barco a última hora. Ahí vimos animales de tierra para cambiar un poco de animales de mar. Monos, perezosos, tucanes, tarántulas, serpiente, escorpiones… y todo rodeado de vegetación exultante y miles de frutales.
Un día fuimos de excursión folclórica a Portobello. Era la fiesta de los Diablos y los Congos. Es como una rememoración o celebración de las raíces africanas que tienen los panameños. Hay música de timbales, bailes y cantos, y todos van vestidos con las ropas tradicionales, muy coloridos. Vimos algo muy similar en Puerto Rico el año pasado. Parece que esto de los “Congos” está extendido por todo el Caribe. En la misma fiesta había cientos de chicos de todas las edades disfrazados de diablos. Van vestidos de rojo y negro y llevan unas cabezas de papel mache gigantes, como de monstruos. Bailan sin parar durante horas por todo el pueblo, como si estuvieran poseídos, haciendo sonar los cascabeles que llevan en los pies. Es bastante entretenido para ver un rato, pero una locura quedarse en la bacanal que montan. ¡Tremendamente ruidoso!
Nuestra etapa panameña está a punto de terminar. Pronto se nos acaban los visados y el permiso de navegación. Hace casi un año que llegamos aquí desde Jamaica. Nuestro próximo destino es Costa Rica. Allí haremos los últimos preparativos para la travesía pacífica, de más de 3000 millas, que puede durar entre 30 y 40 días. ¡Que nervios!