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Varadero en Panamá


El tiempo ha pasado volando. Hace ya tres semanas que volvimos al barco y parece que fue ayer. En una semana tenemos la primera visita, ¡qué estresss!!

La llegada fue un poco caótica. Freya había estado cinco meses abandonada, todo el tiempo que hemos pasado en casa trabajando y viendo a la familia/amigos. Durante estos meses, no ha parado de llover, y como casi no había ventilación, la humedad se ha hecho fuerte en el interior. Cuando llegamos había hongos en todas las superficies, además de una capa de polvo de casi un centímetro y 4 avisperos. Daba miedo. ¡El pobre Herminio parecía que tenía malaria o algo así! Tuvimos suerte y los primeros días hizo buen tiempo, así que lavamos todo, ventilamos bien y dejamos la casita un poco más habitable.

El barco está varado en “Linton Bay Marina”. Es una nueva marina y todo está en construcción y a medias. Estamos situados en el oeste de Panamá, en la costa Atlántica, no muy lejos de Colombia. Alrededor sólo hay jungla, agua y más jungla. Podemos oír a los monos aulladores cuando amanece, cuando atardece, y cuando se aproxima una tormenta. También oímos el canto de miles de sapos y pajarillos. Los periquitos pasan por encima de nuestra cabeza en bandadas.

El pueblito más cercano está a 15 minutos andando y lo más civilizado que hay ahí es una “abarrotería” (ventanilla de una casa desde la que te venden cosas de primera necesidad). A media hora en autobús público está Portobello. Ahí ya hay algún supermercado de chinos, algún bar y un poco más de ambiente. Este pueblito tiene una bahía muy protegida. Cuentan que los primeros españoles en colonizar América guardaban aquí el oro antes de transportarlo a través del atlántico. Aún se conservan las baterías de cañones. El supermercado de verdad y el ATM más cercanos están a hora y media en bus, en el pueblo de Sabanitas. Tardamos una semana en ir hasta allí a por provisiones, ¡así que los kilos de más que nos trajimos están desapareciendo a toda pastilla!

La vida es bastante monótona: nos despertamos a las 6, desayunamos, y nos ponemos a trabajar en el barco. Tenemos una lista interminable de cosas que hacer. El problema es que llueve mucho. Muchísimo. Y cuando llueve cortan el agua. Y cuando no llueve y hay agua, cortan la luz. Es un poco frustrante trabajar así. Prácticamente no hay red móvil para buscar cosas por internet. En la marina hay un pequeño bar flotante en el que venden batidos de frutas deliciosos (y cervezas) y muchas tardes nos reunimos ahí para acabar la jornada con otros navegantes que también están trabajando en sus barcos. A las 20:00 se nos cierran los ojos, así que como tarde a las 21:00 estamos dormidos. ¡Y al día siguiente más trabajos! ¡En una semana tenemos que echar el barco al agua porque viene mi familia de visita y nos vamos a San Blas! J Así que no hay descanso hasta que todo esté acabado.

La próxima vez que escribamos seguro que hay cosas más apetecibles que contar…


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