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Puerto Rico me lo regalooo

Y se formó la gozadera, Miami me lo confirmo!! Y el arroz con habichuela, Puerto Rico me lo regaló!!! Y la tambora merenguera, Dominicana ya repicó!!! Con México, Colombia y Venezuela y del caribe somos tú y yo!!!

Con esta canción en la cabeza nos pasamos toda nuestra estancia en Puerto Rico.

Las culturas caribeñas que hemos conocido en los últimos meses (anglosajona o francesa) son totalmente distintas a la cultura Latina, que tanto echábamos de menos.

Aunque Puerto Rico sea territorio de los EEUU la gente es bastante poco-Yankee e independentista.

De pronto, ya no hay ninguna barrera lingüística. Puedes hablar con todo el mundo, ¡¡e incluso llegar a tener conversaciones en las que te enteras de todo!! (el ingles caribeño es MUY complicado, y el francés no se nos da muy bien. Todavía.) Siempre hay música sonando en las calles: perreo, salsa, bachata, folk... y la gente baila a todas horas! y no digo bailar cómo en Bilbao... sino BIEN! en plan profesionales!

Durante dos semanas, Freya navegó a con tripulación de lujo. A los habituales, se unieron Erik y Feli. ¡Muchas gracias por venir chicos! :)

Recogimos a los recién llegados en la isla de Culebra, una de las antiguas Islas Vírgenes Españolas, actualmente parte de Puerto Rico. Conocimos varias de las bahías de la zona. Es una isla con bastantes turistas locales de vienen de la isla grande. Navegamos rumbo sur, a Vieques, otra islita al oeste de PR, donde también paramos en un par de bahías. Dando un paseo por el pueblito de Esperanza, Erik se encontró con unos pescadores que sacaban del agua un tiburón tigre gigantesco que habían pescado por ahí cerca. Con lo felicianos que nos bañábamos nosotros... y pensar que hay esos bichos debajo!

De Vieques seguimos hacia el oeste y surcamos todo el sur haciendo paradas en La Bahía de Jobos, en Isla Caja de Muertos (vaya nombrecito!), Salinas, Cayo Caracoles, Boquerón, Mayagüez y Puerto Real.

El sur de Puerto Rico está compuesto mayormente por "cayos". Son zonas en las que bosques de arrecife y manglares han ganado terreno de forma muy irregular al agua, y crean laberintos con pequeñas bahías, playitas y recovecos. El fondo es casi siempre de fango pero hay que navegar con muchísimo cuidado porque hay muy poca profundidad en las zonas con arrecife y las cartas no son muy fiables. El agua está muy caliente, (28 grados!) pero está bastante turbia, así que no es tan fácil apreciar la cantidad de animales que vienen en estas zonas. Nosotros tuvimos la suerte de ver varios días a una familia de manatís que venía a retozar junto a Freya. Parecen como una mezcla entre ballenatos y focas. Tienen la cara tan expresiva que parecen humanos. ¡FLIPANTE! Pude acercarme bastante en una ocasión, pero cómo bajo el agua no me veía ni mi propia mano me entró un poco de miedito... que son grandes!

A los locales les encanta ir con sus lanchitas a "los Cayos", echar el ancla donde cubre muy poco (por la cintura) poner la música reguetoniana a todo volumen, y pasar horas y horas en el agua con vaso de un Bacardí en la mano. LES ENCANTA. ¡Parece que no se arrugan nunca!

Conocimos a Rafael, un porto riqueño muy peculiar que vivía en un yate, pero también tenía una super lancha para ir de "party" a los cayos. Un día nos llevó a experimentar esta "tradición" y lo pasamos como enanos bailando, bañandonos y dandole al Bacardí.

Un día alquilamos un coche y fuimos hasta la costa norte, a San Juan, la capital. Me encantaron sus casas de miles de colores de estilo colonial y toda la vegetación tropical que crecía por entre las calles. También en esta isla se encuentra el Parque Nacional del Yunque. Es un bosque tropical enrome atravesado por ríos y cascadas y bien adecuado para visitarlo sin perderte. Fue una pena no tener más que un rato para visitarlo.

La navegaciones eran cortas y muchas veces con poco viento, así que pudimos aprovechar la tripu experta y subir el spinnaker por primera vez, ¡que ya era hora! Cayó algún bonito y también cayó algún chubasco, pero por suerte no tuvimos ningún percance. La Guardia Costera de EEUU nos tenía bien fichados con un zepellin gigante que sobrevolaba la costa, en plan dron vigilante. Teníamos que avisarles por teléfono cada vez que cambiábamos de zona de navegación. Son un poco obsesos del control...Pero también da tranquilidad saber que hay alguien competente que te puede salvar en caso de necesitarlo.

La verdad es que no tenía ni idea de lo que me esperaba en Puerto Rico. Nadie me había contado ninguna historia y no tenía muy estudiada la ruta de antemano, así que resultó ser una muy grata sorpresa. Muchos sitios en los que fondear y muy ameno para bajar a tierra. Me quedé con ganas de más. Espero volver algún día, y si no puedo, espero que vayas tú!

¡¡¡Hasta la próxima!!!


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